Al-Assad perdió a Siria, pero el real perdedor es sin duda Vladímir Putin

Vladímir Putin, en Hmeimim, el día que Bashar-al-Assad le entregó el Mediterráneo y la entrada a África, a cambio de protección.

Damasco (Agencias)

Cualquier día de estos, el exespía y presidente de Rusia, Vladímir Vladímirovich Putin, se debió levantar de la cama con el pie izquierdo.

Desde luego, caben muchas otras razones que expliquen la catástrofe que sufrió este domingo en Siria, tan apabullante, que, sin pensarlo dos veces, abandonó a su protegido Bashar al-Assad y lo dejó a su mala suerte.

Lo mismo hizo el régimen de Irán, prácticamente el poder detrás de al-Assad: no movió un dedo para defenderlo ni para pedirle a Rusia que dispusiera de sus tropas para evitarle la caída, resultado de una inexplicable guerra de 11 días en la que prácticamente no hubo batallas. Solo se registró el avance de los rebeldes islámicos fundamentalistas del Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham o HTS, heredero de la exfilial siria de Al Qaeda), al mando de Abu Mohammed al Jawlani, alias del saudí Ahmed al Sharaa, la toma de ciudades y la llegada sin resistencia a Damasco, capital siria y una de las ciudades más antiguas del planeta.

Al-Assad, que resultó un tigrecito de papel al que todo el Medio Oriente le temió tontamente durante más de 20 años, cayó de su pedestal y huyó, no se sabe a dónde.

Pero, sin duda, las peores consecuencias fueron para Rusia y su presidente.

Durante los últimos nueve años, al-Asad se mantuvo en el poder a sangre y fuego, gracias a los rusos, que la hacían correr y ponían sus poderosas tropas a actuar hasta las últimas consecuencias.

A cambio, al-Assad les entregó por 49 años el mayor poder bélico en el Mediterráneo, con una base naval en el puerto de Tartús y otra, aérea, en Hmeimim.

Pero, en 11 días, el proyecto del Kremlin en Siria se desmoronó, y Moscú, aparentemente, no puede hacer nada al respecto.

En un comunicado, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso anunció que al-Assad había abandonado el cargo de presidente y el país (sin proporcionar ningún detalle sobre su destino).

Agregó que Moscú está "siguiendo con extrema preocupación los dramáticos acontecimientos en Siria".

Al enviar miles de tropas para apoyar al presidente al-Assad en 2015, uno de los objetivos clave de Rusia había sido afirmarse como potencia global. Fue el primer desafío importante de Vladimir Putin al poder y dominio de Occidente, fuera del antiguo espacio soviético.

Y, al parecer, fue un éxito. En 2017, el presidente Putin visitó la base aérea rusa Hmeimim en Siria y declaró que la misión había sido cumplida. A pesar de los informes generalizados de que los ataques aéreos rusos estaban causando víctimas civiles, el Ministerio de Defensa ruso se sintió lo suficientemente seguro como para enviar a los medios de comunicación internacionales a Siria para que presenciaran la operación militar rusa.

En uno de esos viajes, un oficial dijo que Rusia estaría en Siria "por un largo tiempo". Pero se trataba de algo más que sólo prestigio.

Rusia se había asegurado un importante punto de apoyo en el Mediterráneo oriental. Las bases se convirtieron en centros para el traslado de contratistas militares hacia y desde África.

Una pregunta clave para Moscú es: ¿qué pasará ahora con estas bases rusas?

En su comunicado, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso anunció que sus bases en Siria habían sido puestas "en estado de máxima alerta", pero afirmó que "no existía ninguna amenaza seria para ellas en este momento".

Al-Assad era el aliado más fiel de Rusia en Oriente Medio. El Kremlin había invertido mucho en él y había destinado recursos (financieros, militares y políticos) para mantenerlo en el poder. Las autoridades rusas tendrán dificultades para presentar su derrocamiento como algo que no sea un revés para Moscú.

Pero en una publicación en las redes sociales, Konstantin Kosachev, vicepresidente de la cámara alta del parlamento ruso, escribió: "Lo que está sucediendo en Siria es muy difícil para todos, sin excepción... una tragedia para todos.

"Para los rusos nuestra prioridad es garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos, tanto civiles, incluidos los diplomáticos y sus familias, como, por supuesto, los militares".

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