Por Dr. Polito

¿Qué el discurso del presidente Gustavo Petro en la ONU es un ejemplo de lo que no se dice en un foro internacional como ese?
Sí, claro, desde luego, ¿por qué? ¿Qué tiene de repudiable?

Que hoy, algunos colombianos, encabezados por la cobarde y corrupta prensa hegemónica se rompan las vestiduras por las palabras presidenciales, es señal clarísima de que Petro dijo lo que se tenía que decir. Lo que se debe decir siempre: la verdad, sin rodeos, sin esguinces, sin ambages, sin esconder nada.

Que, como otros países, Colombia esté acostumbrada a escuchar palabras melosas de sus asustadizos gobernantes, de alabanza a los poderosos, a verborreas cobardes, es otra cosa.

El discurso de Petro es una lección poderosa de cómo se les debe hablar a los que se creen dueños del mundo, una jornada pedagógica para los cobardes que han desfilado por la Casa de Nariño, para los arrodillados, para los abyectos lameculos que han sido presidentes y ministros y líderes políticos.

Las palabras de Petro resuenan por los cuatro costados del planeta, como las de un verdadero líder, dispuesto a lo que sea por defender a los pueblos, por decir la verdad, por pensar diferente.

Lo demás son maricadas de pelafustanes asustadizos, de delincuentes aterrados de que alguien diga, sin temores, lo que ellos debieron decir en su momento, pero se mamaron. Cabrones de mierda, ellos, todos, sin excepción…

¿Dónde está lo malo de decir, por ejemplo, que Donald Trump es un criminal? ¿Qué es, pues, el que mata u ordena matar a un ser indefenso a misilazos, o a martillazos, o como sea, violando todas las leyes internacionales? Un criminal.

¿Que Trump es el presidente de Estados Unidos? Sí, y ¿qué? ¿Acaso eso le da derecho a matar extrajudicialmente a quien le dé la puta gana, como a esas personas que parten de Venezuela en lanchas?
Pudieron llevar droga, pero esa jamás es razón para ejecutarlos, sin juzgarlos, a la vista de un mundo asombrado y también acobardado.
El responsable de esas muertes es un homicida, un delincuente, y debe ser procesado. Pero, ¿dónde y por quienes, si a los organismos como la ONU los mangonea a su antojo cualquiera de los países poderosos?

Por eso, hay que respaldar la propuesta de Petro, de una organización internacional de los pueblos, no de los estados, como lo es hoy la ONU.

Dicen los lambones y ultragodos, que ya no tienen palabras a las que echar mano, que las palabras de Petro traerán repercusiones graves para Colombia.

Quizás, quizás. Pero, si las hay, ¿hay algo más confortable que saber que saber que a uno lo golpean por defender la dignidad, la verdad, el orgullo de tener alguien que dicen lo que muchos piensan pero no se atreven a decirlo?

Deberían aprovechar esos lameculos que se desviven por abrir sus jetazas para defender a Trump y a Estados Unidos, sin importarles que a ellos también los humillen y maltraten.

Deberían aprovechar, ahora que en Estados Unidos crecen y crecen las versiones de que Trump no tiene control de esfìnteres....

Por Dr. Polito

Como en muchas familias, los hermanos son los primeros en alejarse de quien afronta problemas.

Por ello, Colombia no puede esperar solidaridad de Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Argentina y aún Venezuela y México, en torno de la abusiva descertificación por Estados Unidos en la tarea de combatir el narcoráfico.

A los gobiernos de estos países, vinculados tanto o más que Colombia al tráfico de cocaína, ser sumisos a lo que diga Washington les pesa más que la injusta decisión unilateral de considerar que la lucha antinarcótica colombiana es insuficiente.

Desde luego, no lo es. Este país ha sacrificado mucho más que todos los otros juntos, en una guerra ajena que jamás se ganará mientras su fundamento sea la violencia y el ambiente sea el crimen derivado, en muchas formas y con muchos agentes.

Si de verdad hubiera fraternidad, solidaridad, unidad, estos países podrían apoyar a Colombia y comenzar a descertificar a los países consumidores de benzoilmetilecgonina, nombre científico de la hoja de coca transformada en droga ilegal.

Así, Estados Unidos, Australia, España, Canadá, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Austria, Inglaterra e Irlanda, y Uruguay, en nuestro medio, serían los primeros señalados.

Son los países donde es mayor el consumo de cocaína.

En un segundo orden de consumidores, en América, están Canadá, Guyana Francesa, Argentina y Ecuador, y en Europa, Francia, Italia, los países de la antigua federación yugoslava, Suecia, Noruega, Alemania, Dinamarca y Turquía.

No se les podría obligar a Ecuador y Argentina, productores de coca y grandes consumidores de cocaína, a que se autodesertifiquen, o que acusen a Uruguay.

Pero, sí se les debe exigir que no sean hipócritas y que no se escondan bajo la mesa, en actitud abyecta de complacencia hacia sus farsantes, abusivos, atrabiliarios y criminales amos del Norte.

¿Por qué criminales? Porque ametrallar y destruir barcos en altamar, solo por el hecho de verlos volar en llamas, como lo están haciendo en el Caribe los militares estadounidenses con Venezuela, es un crimen horrible.

Sin exagerar, en los últimos tres años, ningún país del mundo ha hecho nunca más que el actual gobierno de Colombia contra el tráfico de cocaína.

Impedir que ¡2.366 toneladas de cocaína! lleguen a los grandes mercados de Estados Unidos y Europa no es una tarea fácil; evitar que personas de esos países mueran por razón del consumo del alcaloide, es, realmente, una acción que compromete muchos recursos.

Descertificar a Colombia es una retaliación política contra el presidente Gustavo Petro, no otra cosa. Es la mano de Marco Rubio metida hasta el fondo.

Es la manera de Donald Trump y su Gobierno de negar que los países consumidores son los verdaderos responsables del narcotráfico.

Sin compradores no hay vendedores. Es una verdad tan grande como la hipocresía de Estados Unidos y el silencio cómplice de Europa, y de países vecinos de Colombia.

¡Qué asco! ¡Qué vergüenza de hermanos!

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