Dr. Polito

Las viejas cacatúas —y algunas nuevas, que también ya se consideran sagradas— pregonan una oscuridad de cataclismo en la política colombiana.

Pero, en realidad, la verdad es totalmente contraria a la que, desde sus pedestales de piedra mohosa, predican estas gárgolas.

Si en algún momento Colombia ha tenido claridad en lo relativo a la política y sus perspectivas, es, precisamente, ahora.

Por Dr. Polito

¿Habrá en Colombia alguien que, al menos una vez en su vida, no haya dicho hijueputa o hijodeputa o triplehijueputa u otra de las muchas variantes criollas de la expresión?

No lo hay, y lo sostengo así, de manera putamente categórica.

Que algunos, por timidez, para evitar la altisonancia o por la razón que sea, se limiten al manido HP, no niegan la realidad: en este país nadie niega un hijueputazo, y a nadie se le niega.

Nadie piensa en que el destinatario del madrazo es un HP. No. Al pensamiento llega la expresión colombiana completa: hijueputa, o la más refinada: hijodeputa.

Siempre se piensa en grande, en la expresión rotunda, que, al salir, queda con vertida en dos simples letras: HP, que, si bien, tienen todo el significado, están revestidas de cierta mesura, de cierto carácter protocolario, si se quiere…

Es una manera eufemística que, en cierto modo, lleva a pensar en la explicación aquella de que “donde digo digo diego Diego…” Así, lo que pretende el recatado es significar que donde dice HP dice hijueputa.

Antes, en Colombia quizás muchísimo antes, el hijueputazo era una palabrota, una procacidad por la que, dicen las historias, alguien llegó a matar a quien se lo endilgó.

Ahora, es una expresión tan común, que nadie repara en ella, salvo para demostrar su hipocresía.

Porque es un triplehipócrita (un triplehp) quien critica a alguien que suelta un madrazo en versión moderada, sin reparar dentro de él mismo, en la alcantarilla que tiene como alma, y de la que emanan obscenidad, corrupción, podredumbre, en fin, mares de hijueputez.

Por estos días, el presidente Gustavo Petro está bajo la censura de los colombianos más hipócritas, porque sostuvo que nunca dijo groserías, pero, aclaró que, en referencia a un corrupto, “quise decir una: «mucho HP»”.

Según el Honrado Parlamentario (HP) Efraín José Cepeda Sarabia, Honorable Presidente (HP) del Senado, antes de Gustavo Petro “nadie con tan pocos méritos había llegado a la presidencia”, solo porque dijo HP y lo reiteró dos días después.

Está el ultragodo Cepeda escandalizado, y pretende que el país se solidarice con él.

En las mismas anda el Homo Pereiranensis (HP) e ínclito varón César Augusto Gaviria Trujillo, para quien Petro no es un ejemplo a seguir.

Y este HP tiene razón: el presidente actual no es un ejemplo para nadie, pues no ha dicho HP tantas y tantas veces como ha debido decirlo.

En la misma lista de Cepeda y Gaviria hay que poner a los HP (Honorables Periodistas) de los medios hegemónicos, que desde hace muchos meses hicieron causa común para atravesarse en el camino que el pueblo está abriendo y que ya no se borrará.

Estos son dobles, triples y más HP, pues, además de ser Honorables Periodistas, son Prepagos, Prostitutos y Prostitutas de un oficio que murió que ellos mataron.

Para todos estos HP, el HP de Petro es repudiable —pero no, eso nunca—, jamás fue criticado el madrazo de Álvaro Uribe cuando, hablando telefónicamente con Juan Guillermo Villegas, dijo que “esta llamada la están escuchando esos hijueputas”.

Entonces fue fiesta, jolgorio, comentarios condescendientes, comprensión absoluta hacia él, aun cuando los hijueputas de la referencia eran los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que, por sospechas de que pudier estar delinquiendo, ordenaron grabarle a Uribe lo que hablaba por teléfono.

Entonces ni el HP Cepeda dijo que Uribe carecía de méritos para ser presidente, ni al HP Gaviria se le ocurrió opinar que el antioqueño no era, ni es, ejemplo para nadie.

Hipócritas, fariseos, sepulcros blanqueados, verdaderos HP…

Aunque sin duda el HP en todas sus formas está al menos en el pensamiento de todos los colombianos, la realidad es que quienes merecen ser cobijados por la expresión son pocos.

Es verdad. En Colombia son pocos los verdaderos HP, pero, todos ellos, sin excepción, en realidad son unos hijos de la gran puta. En mayúsculas enormes, además.

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