Por Dr. Polito
No hay persona más imbécil que aquella que considera imbéciles a todos los demás.
Eso les ocurre a muchos políticos colombianos, que pretenden ocultar sus antecedentes detrás de patrañas y malabares de cirqueros de vereda.
Es el caso de Carlos Fernando Galán Pachón, alcalde de Bogotá por obra y gracia del apoyo millonario de contribuyentes por los que ahora se desgañita atacando al presidente Gustavo Petro y a la exministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible María Susana Muhamad González.
El niño Fernandito, bello durmiente de la que se hace llamar gente de bien de Bogotá, despertó sobresaltado estos días.
Con su cara de eterno somnoliento, gritó, pataleó y se tiró al piso, en un berrinche insoportable.
No le gustó que el Gobierno Nacional hubiera promulgado una resolución que fija los lineamientos para el desarrollo sostenible de la Sabana de Bogotá.
‘Lineamientos para el ordenamiento ambiental de la Sabana de Bogotá’, se llama el documento, respecto del cual todos los ciudadanos pueden formular propuestas, incluso el niño Fernandito, que no cesa de llorar y de gritar que él y solo él es el dueño de Bogotá, el todopoderoso señor de la Sabana, el heredero directo de Meicuchuca (desde luego, sin la sangre muisca del primer cacique, obvio, ¡qué horror! de esta parte del mundo).
Y amenaza incluso con la justicia penal, quizás porque considera un crimen que Petro y su gente del ministerio de Ambiente se hayan atrevido a pensar en salvar los pocos humedales que aún sobreviven en la Sabana de Bogotá.
Pero, desde luego, tiene que haber razones muy poderosas para que Fernancuchuca arme el zafarrancho que desató.
Y las hay, y muy millonarias, que es lo mismo que ser muy poderosas.
El actual zipa llegó a la Alcaldía de Bogotá impulsado por multimillonarios aportes de constructores, cementeros, ingenieros constructores e inversionistas en centros comerciales y obras civiles.
Esta gente, que puso su billete para llevar al niño Fernandito a donde está, no lo hizo por el siempre prurito de contribuir desinteresadamente a una campaña política.
Claro que no. Buscaron estas personas y empresas que su protegido les permitiera seguir llenando de concreto los humedales y los verdes que aún quedan.
Y, obviamente, él se comprometió a ello. Es como se financian las campañas políticas en Colombia: pongo mi plata para elegirte, y después pones tu firma para contratarme y otorgarme licencias.
Pero, precisamente, esto es lo que calla el cacique. Esto es a lo que nunca se referirá. Argumenta tonterías legales y éticas, a manera de patrañas, para tratar de convencer a los bogotanos de que Petro y el Gobierno Nacional no quieren a Bogotá, porque lo contradicen a él y le contrarían eventuales planes de urbanización.
La mayor parte de los $4.618.174.933 pesos que costó su campaña la pusieron individuos y compañías interesados todos en aniquilar la Sabana. Aunque digan que no. Aunque juren con patas y manos que ellos saben hacer las cosas sin perjudicar a los bogotanos de mañana.
¡Mamola! Los imbéciles son ellos, con Fernancuchuca a la cabeza.