Raúl Molino, el derechista que busca gobernar Panamá con todo en contra

Raúl Mulino, nuevo presidente de Panamá.

Solo 3 de cada 10 panameños votó por él.

Sin embargo, por esa y otras razones, la elección de José Raúl Mulino Quintero como presidente de Panamá, puede parecer una incongruencia democrática, una paradoja política.

Obtuvo solamente 34 por ciento de los votos, pero el apoyo del expresidente Ricardo Alberto Martinelli Berrocal, le dio la presidencia en un país que se queja de que su principal problema es la corrupción en las altas esferas del Estado.

Así, Mulino se alista para gobernar un país con todo en contra.

Lo paradójico es que Martinelli es un criminal acusado de diversos delitos y condenado a 10 años y seis meses de cárcel por blanqueo de capitales cuando fue presidente.

Al respecto Mulino prometió que como presidente hará todos los esfuerzos posibles por evitar que Martinelli, refugiado en la embajada de Nicaragua en Panamá, cumpla su condena.

Mulino y Martinelli sostienen que los años de cárcel son el resultado de una persecución política injusta.

Otra contradicción tiene que ver con el hecho de que en Panamá, donde estallaron protestas masivas hace poco tiempo, haya triunfado un exministro de Seguridad Pública criticado con severidad por la represión que desató contra manifestantes en diversas localidades.

Una paradoja consiste en que, hasta pocos días antes de las elecciones, nadie estaba dispuesto en Panamá a dar un centavo por las posibilidades de Mulino para la presidencia, pese a que tiene una larga trayectoria en el servicio público.

Y otra tiene que ver con el enorme descontento popular contra la clase dirigente, de la que Mulino es el típico ejemplo, y, sin embargo, tres de cada diez panameños descontentos con él, votó por él.

Nadie recuerda haberlo visto sonreír, y sin embargo, generó la simpatía suficiente para ganar las elecciones.

Ideológicamente, Mulino se ubica en la derecha, en un país donde la izquierda desapareció hace décadas, con la muerte del general Omar Torrijos.

Mulino hizo parte de la Cruzada Civilista, movimiento de varios partidos que combatió a Torrijos y a los gobiernos militares entre 1968 y 1989, cuando Estados Unidos invadió el país y depuso al presidente, general Manuel Antonio Noriega.

Entonces, Mulino fue nombrado canciller del gobierno de Manuel Endara.

Posteriormente, ganó más notoriedad y protagonizó polémicas como ministro del gobierno de Martinelli (2009-2014), primero de Justicia y luego de Seguridad Pública.

Desde este cargo impulsó políticas de "mano dura", con retenes policiales en las calles y con la represión de protestas contra una ley que resultó en dos muertes y decenas de heridos en la provincia de Bocas del Toro en 2010, hechos por los que el Estado tuvo que resarcir a las víctimas con pensiones vitalicias.

Tras salir del ministerio, Mulino pasó seis meses preso de forma preventiva por presunto peculado en un contrato millonario del gobierno para adquirir radares de una firma italiana.

Pero el caso terminó anulado y Mulino, que llegó a definirse como "preso político", siempre reivindicó su proceder.

Fue precandidato presidencial para las elecciones de 2019 por el partido Cambio Democrático con que Martinelli había llegado al poder, pero resultó derrotado en las primarias por Rómulo Roux, un abogado que volvió a postularse este año.

Mulino se pasó al partido Realizando Metas que fundó Martinelli en 2020 y fue su candidato a vicepresidente para estas elecciones, hasta que el expresidente quedó inhabilitado en marzo por su condena por lavado.

Fue entonces cuando Mulino se convirtió repentinamente en candidato presidencial en una coalición con el partido Alianza.

Mientras Martinelli es "quizás la figura más popular del país", Mulino no es conocido por ser una figura carismática o popular, pero sí leal al expresidente.

Hizo una campaña corta y efectiva, sin arriesgarse a participar en los debates entre candidatos, apelando al caudal de votos de su padrino político.

"Vamos a ganar y Ricardo Martinelli estará conmigo desde el primer día", tuiteó Mulino en marzo.

Hay una razón de peso que pudo influir en las urnas. En un país que durante la pandemia tuvo un severo confinamiento y su primera recesión en años, y donde ahora asoma una desaceleración económica tras la recuperación reciente, esos votantes añoran el crecimiento sostenido próximo a un 8% del PIB anual que hubo en la presidencia de Martinelli.

La base electoral de Martinelli que heredó Mulino para ganar con mayoría simple las presidenciales de una sola vuelta "es una minoría consolidada", señala Harry Brown Araúz, investigador del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS) en Panamá.

"Esa parte de la población tiene un recuerdo bueno del período presidencial del presidente Martinelli, donde hubo una dinámica económica muy fuerte", le dice Brown Araúz a BBC Mundo.

Mulino ha prometido volver a aquellos años de bonanza con creación de empleos, mejoras en la seguridad pública y mayor acceso a servicios como agua potable o electricidad, que escasean sobre todo en zonas rurales e indígenas del país.

Tendrá, sin embargo, una enorme dificultad para gobernar: el Congreso le es contrario, como la gran mayoría de panameños.

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