El paraíso

Por Dr. Polito

¿Habrá alguien que dude de que Medellín es el paraíso? No hablo del Paraíso (con mayúscula), ese lugar que los cristianos identifican como el jardín donde, desnudos e inocentes, retozaban Adán y Eva.

Ya quisiera Medellín ser así, pero han bastado dos alcaldías de Federico Gutiérrez, alias ‘Fico’, para torcerle, ojalá no para siempre, el destino a esa ciudad.

Hoy, después de más de 50 años, Medellín sigue siendo el paraíso a escala universal del narcotráfico y del lavado de activos, un lavado tan eficaz, que ya limpió los nombres de todos los grandes capos.

O, acaso, ¿alguien asocia a Pablo Emilio Escobar Gaviria, a los hermanos Fabio, Jorge Luis y Juan David Ochoa Vásquez, por solo nombrar a cuatro cabecillas, con la peor época de terror y de crimen de toda índole en Colombia? Apostaría yo que no.

Y a esa purificación puede haber contribuido ‘Fico’, con algunas decisiones sin explicación convincente, como la demolición del edificio Mónaco, la nave insignia de la flota criminal del que fue el cartel del narcotráfico más famoso del planeta.

Hace poco, alguien preguntó por qué no se convirtió el edificio en un museo que recordara aquellos tiempos en que personas eran asesinadas solo por no ceder una silla en un restaurante a uno de los miles de empleados del cartel criminal que la reclamaba sin explicación.

Obvio, ‘Fico’ no se ha atrevido a responder. Ni lo hará, y menos con ciertos antecedentes tan oscuros como puede serlo una alianza del gobierno local con una pandilla de sicarios que tenía su oficina privada en un estacionamiento público.

¡Ay!, es que ese ‘Fico’, hmmm…

Volviendo a la ciudad, hoy, Medellín es también el paraíso del proxenetismo, de la prostitución y, de la explotación sexual de mujeres y hombres, pero, especialmente, de niños y niñas.

Los extranjeros llegan por hordas, atraídos por la publicidad abierta y descarada, por los anuncios de las plataformas digitales y por las redes sociales, pero, principalmente, por la seguridad de que, salvo casos muy excepcionales, las autoridades locales jamás se meterán con ellos.

Vale la pena ceder un breve espacio al usuario de Facebook ResistenciaC, que hace poco escribió: “No he conocido una ciudad que busque una validación de manera tan desesperada como Medellín. Mientras tanto a jóvenes como Blessed les parecía muy chimba hablar como un sicario de Pablo Escobar. Mientras tanto se hacía una música que correspondía a la campaña de Marketing para vender a Medellín como un prostíbulo gigante: pepas (drogas), culos y Ferraris. Es apenas normal que en una ciudad que se obsesionó con venderse a cualquier costo y enterrar su pasado a la brava, demoliendo hoteles, se junten sus artistas más eminentes a hablar de cuerpos de niñas de 14 años (…) El reggaetón colombiano se parece cada vez más a la Medellín de Fico. Un antro rentable hecho a la medida de la perversión anglosajona”.

Pepas, culos y Ferraris… Y ‘Fico’, desde luego. Es esta la fórmula exacta para hacer de una ciudad el santuario de lo abominable que es Medellín.

Podrían faltar los Ferrari, pero, jamás, ninguno de los otros tres elementos.

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