Está a 21 eternos días de terminar su período en “el segundo cargo más importante de Colombia”.
Así definió a la Fiscalía el risible Francisco Roberto Barbosa Delgado.
Ese fue su primer chiste ante la prensa que, desde entonces, lo aplaude a rabiar y lo tiene en la cumbre de los altares.
El segundo, el rosario de títulos que, dijo, lo hacen “el más preparado” de su generación.
De acuerdo con su egolatría, nadie de su edad puede tener en Colombia una preparación académica similar.
La prensa lo destacó como un milagro burocrático en este país y lo puso de ejemplo para todas las generaciones en adelante.
El tercero fue a los tres meses, cuando, apenas acomodando sus nalgas en el mullido sillón del despacho, exclamó: “Estamos haciendo la mejor Fiscalía de la historia”.
Ese día, la gran prensa cómplice de tantos males en el país, lanzó a Barbosa a la inmortalidad.
Hasta entonces, ningún medio se atrevió a referirse a la absoluta falta de experiencia del colombiano más ilustre de todos los tiempos y a su ignorancia crasa en materia de derecho penal.
Prefirieron referirse a la estrecha amistad de Barbosa con el inútil Iván Duque, que lo nominó. ¿Qué mejor referencia que hablar ambos de los buenos tiempos en que fueron compañeros de pupitre en el nido de corruptos conocido como Universidad Sergio Arboleda?
Por estos días, a Barbosa, el epítome de la sabiduría en Colombia, le dio por hablar de un tema que le es absolutamente desconocido: los principios, es decir, el conjunto de valores, creencias, normas… que orientan y regulan la vida de la sociedad.
Si no fuera ignorante de lo que significan los principios, no se hubiera ido en avión oficial, con su familia y una amiguita de su hija, en plena pandemia del covid-19, a las playas de San Andrés, con un pretexto que ni siquiera él creyó: investigar supuestos actos corruptos del gobernador de la isla.
Si supiera lo que son principios, jamás hubiera destinado un auto oficial, escoltas a cargo de los contribuyentes y tiempo oficial, para sacar sus perros a pasear y a que hagan sus necesidades.
De conocer de principios, hubiera impedido que Walfa Téllez, su mujer, que no es funcionaria de la Fiscalía, acompañada de sus escoltas, fuera en la noche a la sede oficial de la Subdirección Nacional de Bienes, y se llevara tres maletas, dos portavestidos, una escalera y dos máscaras venecianas que allí estaban.
Jamás hubo explicación satisfactoria.
Este martes, en el Foro Colombia 2024, en el Club El Nogal, Barbosa tuvo otra sesión de chistes.
La aprovechó para afirmar, sin sonrojarse, que en los últimos meses ha tenido que defender la institucionalidad del país frente a las decisiones que se han tomado desde el Ejecutivo, principalmente en lo que se refiere a los temas de seguridad.
“Acá no hubo enfrentamiento de tipo personal, acá hubo diferencias de valores y principios entre unas personas que encarnan una manera de valorar el Estado y ver la justicia, y otra manera como la que yo concibo el trabajo en el Estado colombiano”, pontificó.
Y dijo una verdad enorme: como muchos conceptos, se refirió al planteamiento del presidente Gustavo Petro de paz total, un concepto “que aún yo hoy no entiendo bien”.
Ni entenderá jamás.