40 años después, a un colombiano podrían deportarlo de Gran Bretaña

La historia de unncolombianonque hace 40 años llegó, de niño, a Gran Bretańa, y que ha pasado las duras y las maduras, puede terminar ensu deportación. Foto: The Prisma

Tomado de The Prisma de Londres

Omar Siachoque* tenía 9 años cuando viajó a Inglaterra desde Colombia. Desde entonces, su hogar es Grtan Bretaña, la patria de sus hijos, y donde ha pasado casi toda su vida. Sin embargo, 40 años después, ahora corre el riesgo de ser deportado.

Esta es su historia.

“En 1978 nos fuimos por motivos económicos; también, porque mi padre era un poco revolucionario. Él estaba involucrado en política, y en Colombia, si no estás en el gobierno, entonces eres un hombre marcado”, dice.

Empezar en la capital británica no fue fácil. Tres vivían juntos en una habitación y Omar comenzó a asistir a la escuela local cerca de su casa. Su infancia se vio afectada por la dificultad para aprender inglés, y el racismo al que se enfrentó. “No había nadie más que hablara español y no tenía apoyo en la escuela”, explica. Además, “mis padres trabajaban a tiempo completo y yo tenía que ir y volver solo del colegio”, recuerda. Fue en el viaje de regreso que los otros niños “me seguían y me llamaban 'paki' o 'indio', y si alguna vez me atrapaban, me atacaban físicamente". En la secundaria, las cosas empezaron a mejorar. El ayuntamiento le dio una casa a la familia. Omar ahora hablaba inglés y empezó a socializar con los negros, pues “no encajaba con la comunidad blanca”.

En 1981, su padre recibió Permanencia Indefinida (el derecho a permanecer en el Reino Unido) que se extendió al resto de su familia. Ese mismo año nació la hermana pequeña.

Omar explica que sus padres tenían una relación “explosiva”, por lo que cinco años después se divorciaron. “Mi hermana se fue con mi madre y yo no sabía a quién elegir, así que me fui solo”, dice. Tenía 16 años y aunque al principio vivió con unos amigos, acabó en la calle hasta que encontró trabajo y alquilo2 un apartamento.

Conoció a su primera esposa en 1986 y se casaron un año después. Tuvieron un hijo y una hija, pero su relación terminó después de 7 años. Como resultado de otras relaciones, tuvo dos hijos más. “Cuando hay un problema, sus mamás me llaman para solucionar la situación; soy el mediador para mantener la paz”, explica.

Sin embargo, desde que era adolescente ha tenido altercados con la policía. “Me arrestaron por conducir sin licencia; otra vez, por conducir imprudentemente, y de nuevo, por pelear en un club”, recuerda. En todos los casos cumplió horas de servicio comunitario y pagó pequeñas multas.

En 2005, tras su segundo matrimonio y con cuatro hijos, su vida empezó a desmoronarse. “Perdí mi trabajo, las deudas empezaron a acumularse y no tenía dinero”, afirma.

Entonces, por “desesperación” y “estupidez”, aceptó un trabajo que le ofreció un amigo. “Al principio lo rechacé, pero al final me arriesgué y lo acepté”.

Relata cómo le enviaron un maletín con dos kilos de cocaína dentro y un contenedor lleno de químicos. Los pusieron en el maletero de su coche y le dijeron que los llevara a Escocia.

El día del viaje fue a visitar a su madre. Allí estaba su hermana, que nunca había estado en Escocia, así que viajó con ella. Reitera que su hermana no sabía absolutamente nada. “Inventé una historia sobre mi viaje, y como nunca antes había estado involucrado en nada así, ella no sospechó nada”, admite.

Sin embargo, la persona que le ofreció el trabajo fue la misma que lo denunció a la policía. Cuando llegó a Escocia, lo estaban esperando. Él y su hermana fueron arrestados. Temeroso de las posibles repercusiones para su familia, nunca reveló el nombre de la persona que le dio el trabajo. Aceptó los cargos y su hermana quedó libre de irse.

Acudió a los tribunales y quedó en libertad bajo fianza mientras esperaba el juicio. Aunque iba a ser condenado a 7 años, aceptó su culpabilidad y su pena fue reducida a 5 años. Además, le realizaron pruebas psicológicas y sociales y se analizó su estabilidad con su familia. Debido al carácter favorable del informe se le redujo la pena. “En 2006 fui sentenciado. Me dieron tres años de prisión, que se reducirían a 18 meses por mi comportamiento”, explica.

Estuvo encarcelado 23 horas al día, con una hora de tiempo libre durante cuatro meses en la prisión de Barlinnie en Glasgow. Después de este tiempo, empezó a trabajar en la cocina, se matriculó en cursos y fue al gimnasio.

En noviembre de 2006, Omar se enteró de que había un espacio en una prisión abierta: tres semanas de prisión y una semana en casa. Envió su solicitud, fue aceptada y pasó allí el resto de su condena. Estuvo 18 meses y, gracias a su buena conducta, pudo irse. Divorciado de su segunda esposa, surgió la oportunidad de trabajar como supervisor en una empresa de limpieza.

“En 2008 conocí a quien sabía que sería mi última esposa. Ella fue una mujer increíble y me ayudó muchísimo con todos mis hijos”, nos cuenta.

Omar comparte emocionado que “lamentablemente le encontraron un tumor maligno. Aunque la operaron, se había extendido”. Estuvieron juntos hasta que ella murió, hace 4 años.

Omar habla de la excelente relación que tuvo con todos sus hijos. Sin embargo, cuando ella murió, su vida se desmoronó a su alrededor. Perdió su trabajo y decidió hacer algo menos exigente.

Un año después, la empresa de limpieza lo contactó y le pidió volver al trabajo.

Al actualizar los documentos fue cuando los problemas comenzaron de nuevo. “Tenía mi visa en un pasaporte viejo. También tengo uno nuevo, pero no tiene el sello de Permanencia Indefinida (IRL)”, explica. Envió una solicitud para recibir una Tarjeta Biométrica.

“El 8 de marzo de 2016 recibí una carta del Ministerio del Interior, de donde estaba esperando mi tarjeta, pero el aviso era más bien sobre mi deportación por mis antecedentes penales”, dice.

Al no entender lo que estaba pasando, inició su batalla legal contra el Ministerio del Interior. En su primer recurso, “basé mi caso en los derechos humanos de mi familia pero el Ministerio del Interior lo rechazó, afirmando que si quería tener contacto con ellos tendría que utilizar Skype”, afirma indignado.

Desde que recibió aquella primera carta ha pasado el tiempo y sigue en el paro, sin ahorros, ha perdido su apartamento y vive en casa de su padre, que ahora es pensionista.

Su vida continúa pero teme ser deportado. Omar explica que sus hijos tienen problemas emocionales debido a los vaivenes de su vida privada. “Soy yo quien les habla, quien les escucha y les ayuda a superar esto”, afirma. Todos estudian o trabajan y Omar tiene miedo de perderse las diferentes etapas de la vida de sus hijos. Actualmente se encuentra a la espera de una segunda apelación, que ha sido pospuesta tres veces. Durante este tiempo se ha centrado en reunir referencias y cartas de sus familiares, amigos y compañeros de trabajo para respaldar su caso.

Aunque entiende que los del Ministerio del Interior sólo están haciendo su trabajo, cree que “hay que investigar cada caso por separado y juzgarlo según la situación”.

"Toda mi familia es británica... fue mi culpa, que no obtuve la doble ciudadanía", señala enojado. Pero Omar nunca pensó que se encontraría en tal situación, teniendo en cuenta que a sus padres, y por extensión a él también, se les había concedido un permiso indefinido para quedarse.

“¿Cómo pueden castigarnos a mí y a mi familia si ya pagué por lo que hice?”, se pregunta una y otra vez. 

*Nombre ficticio, hechos reales.

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