Bogotá y la imagen de Galán caen dramáticamente en las encuestas

Bogotá y la imagen de Carlos Fernando Galán van de mal en peor. La inseguridad hunde al alcalde en las encuestas. La ciudad cae y cae...

No es necesaria encuesta alguna para convencerse de que, en muchos aspectos, Bogotá va de mal en peor desde hace pocos meses.

Desde luego, es una realidad que se anticipaba desde cuando Carlos Fernando Galán fue elegido alcalde. Incluso, desde cuando lanzó su candidatura.

Seis meses después de asumir el cargo, la imagen favorable de Galán es de solo 47 por ciento, según encuesta patrocinada por un diario bogotano. En abril, una investigación similar daba 59 por ciento.

La caída es brutal: 12 puntos en tres meses.

Es como si Bogotá no tuviera ni alcalde ni plan de Gobierno.

La imagen desfavorable de Galán hoy es de 44 por ciento, cuando en abril era de 29. Ese incremento de 15 puntos porcentuales es aún más dramático.

Pero ¿qué esperar de una ciudad ganada por la inseguridad callejera y por el caos vial eterno generado por obras públicas que no avanzan, porque casi nunca hay suficientes obreros trabajando?

¿Qué imagen diferente puede esperar un alcalde en cuya ciudad, más de la mitad de los habitantes (53 de cada 100, para ser precisos con la encuesta, o una de cada dos personas) ha sido víctima de un delito?

Lo anterior genera, obvio, la convicción de que la inseguridad de la ciudad es escandalosamente crítica: 56 de cada 100 habitantes lo considera así.

Este hecho es realmente preocupante, y más cuando no parece haber planes para contener el fenómeno criminal.

Por esta y otras razones, 74 por ciento de los habitantes considera que las cosas están empeorando (7 por ciento más que en abril), y que solo 19 de cada 100 crean que están mejorando (en abril, los optimistas eran 21).

A una ciudad como Bogotá pueden dotarla de las obras que quieran, pero mientras no haya seguridad para la gente, no hay nada qué hacer.

Y ese problema de la inseguridad se agrava con todos los frentes de obra regados por la ciudad. Además de que generan caos vial, estimulan la inseguridad. La delincuencia callejera aprovecha esos frentes de obra, que desvían a personas y autos de sus pasos acostumbrados, para asaltarlas y robarlas.

La medición se hizo en las seis principales ciudades, pero ninguna registró cifras siquiera cercanas a las de Bogotá en lo relativo a la seguridad.

Ningún alcalde registró, tampoco, cifras como las de la caída de la imagen favorable de Galán en solo tres meses.

Según la encuesta, otras preocupaciones de los bogotanos son las de siempre: desempleo (6,3 por ciento), corrupción (6), mala situación económica (3,7) y alto costo de vida (3,3 por ciento).

Que el diario El Tiempo, patrocinador de la encuesta, afirme que la inseguridad es reflejo de la situación que vive el país y de hechos que son de manejo del Gobierno Nacional, es solo una expresión de su oposición al presidente Gustavo Petro.

¿Qué tiene que ver el robo de una billetera en una esquina, con la situación de orden público en las montañas de Cauca, por ejemplo? Nada, realmente.

La razón está en la incapacidad de Galán para cumplir sus promesas de campaña de mejorar los indicadores de seguridad.

De nada ha servido destinar 3,5 billones de pesos al plan Bogotá camina segura.

Las estrategias de seguridad que defiende la Alcaldía no están surtiendo el efecto deseado, o, al menos, la gente no las percibe.

Según el diario citado, “si bien los expertos reconocen que en seguridad la administración distrital viene ejecutando estrategias contra el delito e, incluso, ha presentado resultados en capturas e incautaciones de armas blancas y de fuego y de estupefacientes, los ciudadanos no están sintiendo los efectos de esas acciones”.

Está bien que capturen bandas dedicadas al hurto de vehículos de alta gama, delito que afecta a una muy reducida franja de la población, cuando a la gran mayoría la siguen asaltando y extorsionando en su propio negocio en los barrios populares.

En tres meses, la extorsión ha crecido 117 por ciento, y los delitos sexuales 42 por ciento.

Desde luego, en esta encuesta influyó la percepción del problema del agua, que no fue atendido sino cuando se llegó a extremos insuperables con medidas diferentes del racionamiento.

Cortarle el servicio de agua potable a más de un millón de personas cada día, solo porque no hubo la atención debida al problema de los embalses, no puede generar la idea de un alcalde que esté cumpliendo con su obligación.

El alcalde puede recibir toda la consideración posible y toda la difusión de parte de los medios, como viene ocurriendo. Pero, mientras las personas lo piensen dos veces antes de pasar cerca de una obra donde la pueden asaltar, o nada pueda hacer contra el extorsionista que lo acosa en su negocio, no puede haber imagen positiva de ninguna autoridad local.

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