Por Dr. Polito
“Pa’ godos, los liberales de Rionegro”, se ha dicho siempre en Colombia, para significar que, cuando la caverna se traga a la gente, por muy liberal, progresista y de mente abierta que sea, la convierte en retrógrada, guerrerista, clerical y antitodo.
Con la sentencia se busca afirmar que la Constitución de Rionegro (Ant) de 1863, que definió los Estados Unidos de Colombia, considerada de avanzada para la época, fue hecha trizas por Miguel Antonio Caro y una caterva de liberales, que resultaron mucho más conservadores de lo imaginado.
En su reemplazo escribieron la de 1886, que desató tres guerras civiles.
Desde entonces, se consideraba que nadie podía ser más godo (cavernario, retrógrado…) que esos liberales de Rionegro.
Pero hay alguien. No es de Rionegro, sino de Medellín (tan cerca que se atisban desde los tejados), pero, al parecer, orina azul de metileno, de lo mismo godo que es.
Lo bautizaron Federico Andrés Gutiérrez Zuluaga, pero, así, solo él se conoce.
Su alias de Fico lo define.
Ser de nuevo alcalde de Medellín es solo una casualidad que permite recordar cuando, en la primera ocasión, la violencia callejera de la ciudad disminuyó luego de que, al parecer, a través de su secretario Gustavo Villegas, pactó hacerse pasito con la red de criminales conocida como la Oficina de Envigado.
Ni ellos calentarían las calles, ni él los perseguiría. Así es Fico, el del credo resumido en tres palabras: “Plata es plata”.
En un alarde de moral de convento del medioevo, Fico decidió prohibir, en una zona local, lo lícito: la prostitución que tiene tomada Medellín y que se ha constituido en la principal atracción turística de la ciudad que dice gobernar.
Al respecto, hace poco, revistaviapublica.com, de la Universidad de Los Andes, publicó un texto de Nicolás Muñoz (
Así es Fico. Bueno, realmente, no. En verdad, es más, mucho más cavernario, tanto, que ya no puede bajarse de la montura que lo llevó al campo de la ultraderecha radical y fascista.
Allí quedará para siempre.
Antes de simular que mandaba las putas de El Poblado a sus casas, porque, dijo, así evitaba que los gringos y otros turistas que en mucho sostienen la economía de Medellín las utilizaran para mercadear con el sexo, Fico había atentado contra la economía de sus electores.
Se opuso a que siguieran alquilando sus habitaciones a través de la plataforma digital Airbnb, recortó el horario de atencio2n de cantinas, bares y otros negocios y determinó que en su ciudad de más de dos millones de habitantes, los muchachos no podrán estar en la calle, sin compañía, sino unas pocas horas en la noche.
Como si le fueran a obedecer, como si tuviera los recursos policiales para vigilar que su atrabiliaria norma se cumpla, como si, en verdad, los muchachos y muchachas fueran a la cama a la hora de las gallinas.
Pero, así es Fico. El mismo que jamás le perdonará a Gustavo Petro que haya llegado a donde él ya nunca podrá llegar. Ni siquiera con la eventual ayuda de La Terraza, de la Oficina de Envigado o de la banda Robledo.
Sí, esas mismas organizaciones delictivas que se fueron con sus putas y sus bares para los barrios populares, que Fico ni siquiera sabe que existen.
Muñoz habla de la torpeza de Fico, pero se queda corto, porque esa torpeza, que le sale por los poros, lo ha impulsado a que, cada vez que toma una de sus medidas absurdas, para evitar las críticas, grita que Petro odia a Medellín, odia a Antioquia, odia a los paisas, odia a Hidroituango y lo odia a él.
Como si el presidente tuviera tiempo para ocuparse de nimiedades como Fico.
¡Hay Medellín!, ¿qué mal hiciste alguna vez, para que, por tres años, te toque bailar con la que se cree la más virtuosa, sin darse cuenta de que es la más fea?