Un fantasma recorre los aterrorizados Estados Unidos: no es el comunismo… pero casi.
Se llama Zohran Kwame Mamdani, tiene solo 34 años, es musulmán, hijo de indios, nació en Uganda, defiende a fondo la causa palestina, compone rap y es amante del hip-hop.
Es miembro del Partido Demócrata y de los Socialistas Demócratas de América.
Es partidario de que en su ciudad, los buses urbanos sean gratuitos, que todos los niños sean cobijados por programas públicos de cuidado, que las tiendas de comestibles sean del municipio, que todos los arrendamientos sean congelados y que todo el mundo pueda aspirar a una vivienda.
Tal vez por todo esto, y otras razones, diarios como The New York Times lo alinean con la extrema izquierda.
Como sea, al ganar las elecciones primarias de su partido para la alcaldía de Nueva York y derrotar al superfavorito Andrew Mark Cuomo (acusado al menos 14 veces de abuso sexual), Mamdani es una sorpresa muchas veces más grande que la de Barack Hussein Obama II, cuando fue postulado como candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos.
Si su presencia en la Asamblea de Nueva York desde cuando apenas era mayor de edad ha generado recelo creciente, ahora, como el más probable alcalde de la enorme ciudad, Mamdani es, incluso para su partido (que amenaza con dividirse), una especie de demonio que quiere llevar a muchos al infierno.
Ojalá lo hiciera, piensan sus patrocinadores y sus partidarios. Entre los primeros están el senador y excandidato presidencial progresista Bernard ‘Bernie’ Sanders y la congresista liberal radical de origen portorriqueño Alexandra Ocassio-Cortez.
Entre sus seguidores están los jóvenes y los inmigrantes y los hijos de los inmigrates.
Entre sus opositores figuran la poderosa fuerza judía, en la práctica, dueña de Nueva York, y los demás estadounidenses…, aunque no todos.
El martes por la noche, el establecimiento demócrata nacional tuvo dificultades para asimilar el sorprendente ascenso de Mamdani, que abrazó una agenda económica progresista y se apartó de la posición dominante del partido en Medio Oriente.
En cuanto a elecciones, los votantes rechazaron a un rostro conocido y bien financiado, el exgobernador Cuomo, y así rompieron generacional e ideológicamente con la corriente principal del partido.
Lo que quedó vívidamente claro el martes, mientras se contaban los votos en los barrios racial y económicamente diversos de Nueva York, fue que Mamdani había generado entusiasmo entre algunos —aunque no todos— de los pilares tradicionales de las coaliciones ganadoras de votantes demócratas.
Los líderes demócratas desean desesperadamente ganarse el apoyo de los votantes jóvenes y de los grupos minoritarios en las próximas elecciones de 2026 y 2028 (dos grupos que han luchado por movilizar desde la era de Obama), pero también necesitan demócratas moderados e independientes que a menudo rechazan las posiciones de extrema izquierda.
El hecho de que Mamdani haya tenido tanto éxito al hacer campaña con una agenda de extrema izquierda, incluyendo posiciones que alguna vez fueron políticamente riesgosas en Nueva York (como describir las acciones de Israel en Gaza como genocidio y pedir nuevos impuestos a las empresas) desafía los límites de la ortodoxia del partido y puso nerviosos a los líderes demócratas nacionales.
Los resultados de las primarias plantearon interrogantes sobre la reacción de los demócratas a nivel nacional. ¿Aceptarán a Mamdani como un líder de nueva generación del partido capaz de articular un mensaje económico contundente como la exvicepresidenta Kamala Harris no logró en noviembre? ¿O se distanciarían de sus ideas socialdemócratas y se acercarían más al centro para cortejar a los votantes independientes?
El entusiasmo que Mamdani generó entre un sector de neoyorquinos que buscaban un nuevo liderazgo recordó las campañas insurgentes de Sanders en la carrera presidencial de 2016 y de Ocasio-Cortez en su sorpresiva victoria en las primarias de la Cámara de Representantes en 2018.
Los tres son socialistas democráticos, un movimiento otrora marginal popularizado por Sanders que exige controlar los excesos del capitalismo y limitar el poder de los ricos.
Una pregunta clave es cómo reaccionarán la clase de donantes demócratas y la comunidad empresarial, ya inquieta por el ascenso de Mamdani, ante su aparente victoria. Los líderes empresariales podrían unirse en masa a sus rivales en las elecciones generales de noviembre o intentar usar comités de acción política (Super PAC) para frenarlo.
Mientras tanto, es probable que otros funcionarios electos demócratas sean interrogados sobre si están de acuerdo con sus posiciones.