Con lo poco que le falta hacer en Gaza para borrar de su mapa esa parte de Palestina, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu lanzó su poderoso ejército sobre Irán, que llevaba años durmiendo con un ojo abierto.
El ataque afectó no solo las instalaciones nucleares de Irán, sino también sus defensas aéreas, sus bases militares y a sus más altos mandos militares, en acciones aún sin evaluar.
Mientras atacaba, Israel se aisló del mundo: cerró todas sus embajadas y todos sus consulados.
La preparación del ataque necesitó de mucho tiempo y muchos esfuerzos por parte de Israel, espoleado por Netanyahu, que con lo hecho se juega todas sus cartas políticas en una sola mano.
Cada detalle aprobado durante años buscaba evitar una guerra abierta con Irán, el otro poderoso del Medio Oriente.
Pero Netanyahu guardó su cautela, desató lo que el diario The New York Times llama “un ataque asombrosamente descarado y amplio que probablemente desatará semanas o más de agitación en la región”.
Según analistas, Netanyahu tenía motivaciones a corto plazo para actuar, la principal, descarrilar las negociaciones diplomáticas entre Estados Unidos e Irán e impedir la expansión del programa nuclear iraní.
Otras tienen que ver con el hecho de que Netanyahu considera al régimen islamista chií de Irán como la mayor amenaza para la seguridad de Israel, tanto por sus esfuerzos locales para construir una bomba nuclear como por el apoyo iraní a las milicias palestinas y otros grupos árabes opuestos a Israel.
Tiene, sin embargo, un problema que puede ser complicado: el riesgo de involucrar a la región, y potencialmente a Estados Unidos, en un conflicto que todos quieren evitar.
Para el exasesor de Netanyahu Nadav Shtrauchler, citado por el The New York Times, "para él (Netanyahu), esto es personal; lleva 25 años hablando de esto (…) Este es el panorama general que ha estado buscando. Este es su legado".
Netanyahu había planeado un ataque a gran escala contra Irán hace más de una década, pero lo canceló bajo presión de la administración de Barack Obama y ante la preocupación de su gabinete por la capacidad militar de Israel.
En 2015, se arriesgó a romper con Obama al pronunciar un discurso ante el Congreso en el que criticó los esfuerzos de Obama por frenar el programa nuclear iraní mediante la diplomacia.
Pero, hechos recientes, han facilitado los ataques militares. Durante el último año y medio, Israel ha diezmado las alianzas regionales de Irán y ha reducido su propia capacidad defensiva. Hezbolá, aliado de Irán en el Líbano, está muy debilitado, y el gobierno sirio, otro aliado iraní, fue derrocado en diciembre.
Finalmente, la elección de Donald Trump amplió la ventana de oportunidad. Aunque Trump buscó un acuerdo diplomático con Irán sobre sus ambiciones nucleares e incluso le pidió a Netanyahu que retrasara el ataque, en ocasiones el presidente pareció más dispuesto que su antecesor Biden a considerar la idea de un ataque.
En el ámbito nacional, Netanyahu también se beneficiaría de un ataque contra Irán. Su reputación como guardián de la seguridad de Israel se vio empañada por el ataque de Hamás contra Israel en octubre de 2023, el fallo de seguridad más mortífero en la historia de Israel.
Si el ataque del viernes, en el que también murieron dos científicos nucleares iraníes, merma gravemente el programa nuclear iraní, según los analistas, Netanyahu podría reforzar su imagen nacional de cara a las elecciones generales de 2026.