La democracia más grande de la Tierra, con 970 millones de electores, dejó a India con un gobierno que no esperaba la derrota que lo doblegó en las elecciones de seis semanas.
A sus 73 años, el derechista primer ministro Narendra Modi tendrá que contentarse con los 240 escaños de 543 de la Lok Sabha (Cámara baja) que logró la coalición que lidera, pero muy lejos de los 303 que tenía, y a años luz de los 400 que calculó que ganaría.
Ya no podrá hacer lo que pensó durante sus dos períodos anteriores, en que prácticamente no tuvo oposición. Ahora, deberá aliarse con decenas de pequeños partidos difíciles de atraer y convencer.
La oposición, otra coalición, relativamente nueva de izquierdistas encabezados por Rahul Gandhi (hijo de Indira, la legendaria primera ministra), no pudo ir más allá de las 185 curules, pero su avance fue significativo.
Pese a su triunfalismo, expresado en discursos optimistas, para gobernar, Modi y su partido Bharatiya Janata (BJP) deberá negociar mucho con sus socios de la Alianza Democrática Nacional (NDA), con el riesgo de que, en cualquier momento, la oposición, también aliada, pueda hacerse con las mayorías.
Para Modi, la suya es “una alianza histórica” que le permitirá continuar “el buen trabajo de la última década”, según escribió en su cuenta de la red social X. "Desde 1962, esta es la primera vez que un Gobierno, después de cumplir dos mandatos, regresa para un tercero", dijo eufórico.
En algo tiene razón: "La victoria de hoy es la mayor del mundo, la victoria de los indios. India ha demostrado que su democracia es un ejemplo de credibilidad y eficiencia", continuó.
Pero a pesar de eso, no pudo convencer a los indios de sus intenciones, reiteradamente difundidas, de "hacer todo lo posible para eliminar la corrupción desde la raíz", apoyar la "industrialización verde" de India y trabajar para que "la pobreza desaparezca del país", sobre todo con planes de formación y empleo centrados en las mujeres.
Pudo, sí, estimular el nacionalismo hindú, en un país donde 80 por ciento de sus habitantes, y de sus electores, son hindúes (practican la religión hinduista)
A la oposición (que también falló), que alza la bandera del multiculturalismo y secularismo que ampara la Constitución frente al autoritarismo y fanatismo religioso de Modi, le faltó proyectar cohesión interna y tener un líder carismático que conectara con las masas. Un protagonismo centrado en una figura política que era lo que precisamente ha logrado el BJP, donde predomina un culto extremo a la personalidad de Modi.
Según los analistas indios, los resultados han sido más apretados de lo que aseguraban las encuestas, pero más por mérito de la inflación, el desempleo y el hartazgo de muchos indios hacia la polarización religiosa generada por el partido gobernante, que por el programa de una oposición coja de un liderazgo claro.
Las estadísticas señalan que más gente votó en este gigante del sur de Asia que la suma de las poblaciones de Estados Unidos, Rusia, Alemania y Francia. También son más de 200 millones que la cantidad de personas que tiene derecho a voto en las elecciones europeas del próximo domingo.
Esa inmensa masa de electores marcó, de todos modos, el comienzo del descenso irremediable de Modi.
"Dado su culto a la personalidad, sus planes de asistencia social, sus mensajes eficaces sobre el lugar mejorado de la India en el mundo y sus medios de comunicación totalmente serviles, Modi parecía haber ganado las elecciones antes de que comenzaran", destacó Barkha Dutt, periodista y presentador en Delhi, pero, realmente, todo fue una gran derrota.