En un trino reciente, el expresidente Ernesto Samper Pizano recordó el día en que la Organización de Estados Americanos (OEA), perdió la poca autoridad moral que le quedaba, para opinar sobre el proceso electoral de Venezuela.
Un episodio ocurrió el 15 de septiembre de 2018, en Cúcuta, cuando toda América Latina deliraba por el llamado presidente interino Juan Guaidó, que designó Estados Unidos.
Ese día, también se desbarató el llamado Grupo de los 12 o Grupo de Lima, que, azuzado por el presidente colombiano Iván Duque, enfocaba todos sus esfuerzos para cambiar el gobierno de Venezuela.
En rueda de prensa, en realidad un largo, protocolario y considerado desfile de preguntas y respuestas de catálogo, la periodista de La Opinión Helena Sánchez, la más aguda y perspicaz reportera de la ciudad, preguntó a bocajarro a Luis Leonardo Almagro Lemes, secretario de la OEA si todas las acciones contra Venezuela que él predicaba incluían la militar.
Soberbio, con profundo rencor personal hacia Maduro, luego de calificar de inmoral al régimen venezolano, y con el ministro de Defensa de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, y el entonces procurador Alejandro Ordóñez, a su lado, Almagro respondió: “no se puede descartar”.
Ahí murieron, de repente, la poca integridad moral de la OEA y el embeleco del Grupo de Lima. Almagro los decapitó.
El estatuto de la OEA, en sus primeras líneas, señala claramente: “…La Organización de los Estados Americanos no tiene más facultades que aquellas que expresamente le Capítulo XXII Disposiciones transitorias confiere la presente Carta, ninguna de cuyas disposiciones la autoriza a intervenir en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados miembros”.
Ninguno de los países del grupo, todos latinoamericanos, estaba dispuesto a atacar militarmente a un país hermano, sin importar cuáles fueran las razones, y, menos, para darle la razón a Almagro, y mucho menos, para satisfacer las ambiciones que tenía Duque de pasar a la historia como el Bolívar colombiano.
Horas después, cuando el escándalo recorría el mundo, Almagro solo atinó a decir que hubo interpretaciones maniqueístas de su declaración.
Duque y su embajador Trujillo pasaron agachados y dejaron a Almagro dando la cara.
(Meses después, en febrero, Duque pronunciaría su profética frase: “a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas”).
Fue cuando el puente Simón Bolívar, entre La Parada (Cúcuta) y San Antonio del Táchira, fue convertido en cabeza de playa para invadir a Venezuela, y cuando saboteadores incendiaron camiones con ayuda humanitaria para los venezolanos.
Al respecto, el trino de Samper, dice: La @OEA-oficial y su secretario @Almagro_OEA2015 no tienen ninguna autoridad moral para opinar sobre el proceso electoral en Venezuela después de haber patrocinado la fallida invasión del país, desde la frontera con Colombia y promovida por el expresidente @IvanDuque, en febrero de 2019 y el golpe de Estado contra @Evoespueblo en Bolivia en diciembre del mismo año.