Cuando alguien falsifica sus propias palabras, es porque ha llegado a situaciones a las que, ni la imaginación más desbordada, calculó que podría llegar un ser humano.
Pero, como Francisco Roberto Barbosa Delgado es una especie de dios, alguien que, según él cree y predica, siempre ha sido más que humano, hacer lo que hizo es parte de su naturaleza.
Por eso, sin ruborizarse, sin el menor recato, falsificó su discurso de posesión como lamentable Fiscal General de la Nación, para justificar su, desde siempre, fallida aspiración a la Presidencia de Colombia.
Esa es una muestra del nivel de corrupción de un ser que, con el único mérito de haber sido compañero de pupitre de Iván Duque, quien lo catapultó, se convirtió en el funcionario con la facultad de acusar de lo que le diera la gana, a quien fuera.
Para eso era el mejor fiscal de todos los tiempos, el mejor preparado académicamente de todos, una deidad prestada a la Tierra para contribuir a hacer justicia a los pobres humanos.
Pero, según denuncia el periodista de Cambio Daniel Coronell, Barbosa no es la clase de fiscal general que hasta ahora se conoce: es mucho peor, un personaje tan obsceno y vulgar que falsificó su discurso de posesión.
Eliminó un párrafo completo, convencido de que nadie se daría cuenta, para justificar su íntimo deseo de ser, más que el presidente de los colombianos, el Júpiter tonante que cree que Colombia necesita.
El discurso sin el párrafo lo publicó en uno de los seis libros sobre su paso por la Fiscalía, en los que, además, se intenta crear la sensación de que Barbosa fue, durante cuatro años, el único funcionario de esa entidad. Su sagrada foto está en las seis carátulas.
El párrafo que eliminó, pero que leyó cuando asumió, era una invitación a otros altos funcionarios, para que lo apoyaran en una propuesta a fin de que, al dejar esos cargos, sus titulares no pudieran lanzarse como candidatos presidenciales.
El texto abominado por el abominable Barbosa, dice (sic):
“Cumplir mi rol de fiscal general implica hacerlo a tiempo completo, sin agendas dobles y con compromiso patriótico, por esa razón invito al Contralor General de la República, Carlos Felipe Córdoba y al procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, a que acompañen la propuesta, como lo hace hoy el Fiscal general, de impulsar la inhabilidad temporal que se quiere establecer a nuestros cargos para evitar el afán de iniciar campañas presidenciales precoces en el marco de nuestras funciones”.Facsímil de Cambio
El arrepentimiento por haber escrito y leído públicamente ese párrafo debió surgir casi de inmediato, porque su paso por la fiscalía, entre otros intereses contra el sentimiento popular, tuvo el suyo, de intervenir en política partidista, en busca de una vía expedita hacia la Casa de Nariño.
Las consecuencias de la funesta acción de Barbosa, de hacer desaparecer sus propias palabras, como lo sugiere Coronell, pueden explicar la desaparición de documentos esenciales en investigaciones como la que se adelantaba contra Francisco Javier ‘Pacho Malo’ Martínez, que involucraba a la actual fiscal general, Martha Yaneth Mancera.
A propósito de todo lo cuestionable que hizo Barbosa durante su período como fiscal, parecen tener razón quienes sostienen que no es Martínez, sino Barbosa, el real ‘Pacho Malo’ de la fiscalía.
Por fortuna para el propio Barbosa, ahora es consciente de que su sueño desmedido de ser el sucesor del presidente Gustavo Petro no fue más que un producto febricitante de su desbocada ambición.
Se creyó un dios prestado a los mortales, pero, al menos por ahora, como pronostica el periodista, “dentro de poco nadie recordará a Francisco Barbosa, más allá de los desastres causados por él y su sucesora, solamente será otro lagarto rogando que le mantengan la escolta”.
Si al menos se convenciera de que ni él es dios, ni los dioses existen; así, tendría que otorgarle la razón a un alto subalterno suyo en Cali, para quien “Barbosa es un pobre diablo, un tipo de tercer orden”.
Sí, un pobre diablo corrupto.