Es el peor desafío que ha enfrentado Donald J. Trump en su vida de político improvisado y de presidente de Estados Unidos.
Decenas de miles de personas de origen extranjero, en su mayoría hispanos de México y Centroamérica, son ahora las dueñas de las calles en al menos 24 ciudades de las más grandes y pobladas de Estados Unidos.
Protestan contra Trump y su atrabiliaria política antiinmigrantes y han obligado a Trump a un recurso impensado: sacar al Ejército, el más poderoso de la historia, para enfrentar a los civiles desarmados que desafían a su Gobierno.
Desde el lunes 9, los soldados, armados como para la guerra, se muestran prudentes, y hasta temerosos, ante oleadas de decenas de miles de inmigrantes furiosos que taponan las calles mientras lucen carteles y banderas, en su mayoría mexicanas, que les gritan a un metro de distancia que no se presten para defender una política que no es de los militares sino de unos cuantos civiles apoderados del Estado.
Todo comenzó en Los Ángeles, la ciudad más hispana del planeta después de Ciudad de México, donde hicieron retroceder a la Policía hasta sus cuarteles.
Por eso, y contra la voluntad del gobernador de California, el demócrata Gavin Christopher Newsom, Trump recurrió al Ejército.
Teme el presidente que su política contra los inmigrantes sea superada por la realidad y la justeza de las protestas. Pero pasa por alto que algunas estadísticas indican que, por lo menos, 70 por ciento de los habitantes de Estados Unidos tienen origen en otros países.
Nada más, en 2023, estudios serios indicaron que 65,1 millones de habitantes en Estados Unidos eran de origen hispano, de los cuales casi 38 millones tenían raíces mexicanas.
Pero hay millones de personas de origen europeo (desde antes de la fundación del país, incluso), asiático, africano y oceánico.
Y prefiere no pensar Trump en que las protestas no tienen origen solo en su política migratoria, sino en el hecho de que es más notorio cada día el sentido reclamo de los mexicanos por sus antiguos territorios de California, Texas, Colorado, Nuevo México, Colorado, Nevada, Utah, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
A lo largo de toda California, y de costa a costa, desde Las Vegas y Seattle hasta Nueva York y Austin, se han convocado nuevas protestas.
Se espera que esta semana miles de personas tomen las calles para desafiar la campaña de detenciones y deportaciones masivas del Gobierno estadounidense, antesala de las protestas previstas para este sábado.
Ese día, el presidente Trump celebrará su cumpleaños con un desfile militar en Washington, que recibirá la contestación de cientos de convocatorias en todo el país.
Las protestas en solidaridad con Los Ángeles se han ido extendiendo a otros lugares desde el fin de semana, pero este martes se intensificaron y aumentaron en tamaño.
En Nueva York, miles de personas se congregaron en el Bajo Manhattan, donde están varias agencias federales de inmigración, incluido el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), el principal foco de ira de los manifestantes.
La protesta continuó con una marcha pacífica por la zona, pero se registraron enfrentamientos entre las autoridades y un grupo que permaneció junto a las oficinas del ICE. La policía detuvo a decenas de personas, empujando y tirando al suelo a algunos manifestantes y utilizando gas pimienta.
También se produjeron enfrentamientos en Atlanta (Georgia), donde cientos de personas se habían congregado para protestar el martes por la noche.
Según las autoridades, seis personas fueron arrestadas después de que la protesta se prolongara más allá de la hora acordada.
Los agentes usaron químicos y fuerza física para dispersar a la multitud y algunos manifestantes lanzaron cohetes y piedras.
Y en Chicago (Illinois), después de que miles de personas marcharan por las calles de la ciudad, algunos manifestantes arrojaron botellas de agua a la policía.
Cientos de personas han sido detenidas a lo largo el país desde que estallaron las protestas.
La mayoría de los arrestos han sido en California y en particular en Los Ángeles, donde las manifestaciones cumplen este miércoles su sexto día en medio de un toque de queda ordenado por la alcaldesa Karen Bass .
Más de 330 personas han sido detenidas en la segunda ciudad más poblada del país. Otras 240 lo han sido en San Francisco, donde los manifestantes obligaron a cerrar dos tribunales de inmigración el martes.
Algunos organizadores temen que Trump pueda desplegar tropas de la Guardia Nacional o marines en otras ciudades.
Trump dijo que el despliegue en California fue “el primero, quizás, de muchos” en distintos Estados.
Ya en Texas, el gobernador Greg Abbott, republicano y fiel aliado del presidente Trump, especialmente en materia migratoria, ha anunciado que desplegará a la Guardia Nacional en su territorio “para garantizar la paz y el orden”, después de que algunos manifestantes chocaran con las autoridades en varias ciudades del Estado sureño y se produjeran docenas de detenciones.
En Nueva York, el alcalde Eric Adams, demócrata pero también aliado de Trump en su agenda migratoria, ha dicho que no prevé un despliegue militar y ha asegurado que la policía neoyorquina, por su tamaño y experiencia, está preparada para hacer frente a las protestas.
Advirtió, sin embargo, de que no tolerará que la violencia vista en Los Ángeles se repita en las calles de la Gran Manzana.
Nueva York es, como la metrópoli californiana, una de las llamadas ciudades santuario, aquellas localidades que por sus leyes locales no colaboran con las autoridades federales de inmigración.
La mayoría de las acciones previstas para este sábado habían sido convocadas antes de que estallaran las protestas en Los Ángeles para coincidir con el cumpleaños del presidente y su desfile militar.
Pero ahora se espera que las manifestaciones pro-migrantes se solapen con las del 14 de junio, dando lugar a un movimiento de protesta masivo, quizá el más grande desde que Trump asumió el cargo hace cinco meses.