Fuera de Colombia no es posible encontrar personas tan insensibles como las que, por diversos medios, protestaron, y protestan, por la presencia de negros africanos en el aeropuerto Eldorado.
Y mucho menos es posible hallar en otro país, políticos tan miserables como los del Centro Democrático y los abyectos alienados del uribismo, adiestrados para mentir en toda ocasión en que se refieran al Gobierno Petro.
Mienten de manera infame cuando dicen que Petro y la vicepresidenta Francia Márquez son cómplices de tráfico de personas, como sostiene un segundón de Uribe; mienten cuando hablan de miles de hacinados en los pasillos de Eldorado; mienten cuando atribuyen el abandono de dos niños de Guinea Conakri a acciones diplomáticas inexistentes de la vicepresidenta… Mienten en todo, y les importa un comino sostenerse en sus mentiras.
El problema, en el fondo, no es tanto la mentira —aunque lo hacen, porque de la mentira algo queda—, sino el racismo y otras formas de discriminación.
Porque, ¿cuál es la razón para relacionar a los inmigrantes, casi en su absoluta mayoría negros, en su totalidad pobres, con la vicepresidenta, si no son el aspecto racial y la pobreza?
Ni ella ni ningún vicepresidente en Colombia ha tenido funciones migratorias, y el propio áulico loquito de Uribe que trinó en tal sentido lo sabe, porque desempeñó ese cargo.
Y aquí cabe preguntar si el infame trinador o sus cómplices, porque eso son todos ellos, pedirían que Márquez fuera al aeropuerto a atenderlos si los inmigrantes fueran eslavos o, al menos, mestizos de Europa… Desde luego que no.
Pero han ido más allá, los bellacos. Han mostrado su inicua falta de moral y de humanidad al hacer notar que la presencia de los inmigrantes afea la estética del aeropuerto y lo convierte en un lugar maloliente.
Es que parece mentira todo lo que son capaces de hacer y de decir esos viudos del poder, con tal de desprestigiar a un gobierno popular que los niega y contradice.
No les importa que esos negros migrantes sean refugiados que huyen de las condiciones sociales, económicas y políticas de un continente que ha sido expoliado, arruinado, desde siempre por Europa, y que a cualquier precio buscan salvar las pocas ganas que les quedan de seguir viviendo.
Privilegiar la estética sobre la necesidad elemental de inaplazable de ayuda que tienen quienes migran, digámoslo de una vez, es criminal.
Pero, ¡qué va a importarle eso! a una gente responsable de 6,402 crímenes de Estado. Porque, de tal hecatombe, no solo Uribe y sus buenos muchachos son culpables por acción, sino todos los seguidores del expresidente, son culpables por omisión, porque supieron lo que ocurría, pero callaron.
O, ¿será que, por ejemplo, el vicepresidente, no sabía que su jefe había trazado una política de aniquilamiento, que el ministro de Defensa Camilo Alfonso de Jesús Ospina Bernal tradujo en una circular secreta?
¿Qué el vicepresidente, el mismo acusado de pedir que se formara el Bloque Capital de las Autodefensas, ignoraba la orden de matar? ¡Mamola! Por algo les dicen uribestias...