Por Dr. Polito
Gustavo me miró. Susana me hizo. Ambos me dijeron…
Como niño de jardín de infantes, que por todo se queja, pero nada hace por demostrar quién es y qué es capaz de hacer, así es ese niño bonito, el galancito del Palacio Liévano de Bogotá.
No es un alcalde, como se entiende que debe ser un alcalde, de esos que creen que cuando toca, toca, y si lo eligieron fue para algo como trabajar por su pueblo
Él es un kilométrico rosario de quejas, de lamentos y de excusas; un costalado inmenso de tirria inacabable.
El reclamo al que acude siempre que lo cuestionan es que el presidente Gustavo Petro se entromete en sus funciones como alcalde de Bogotá.
Hace poco vinculó a su lista a la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, María Susana Muhamad González.
“(Petro y Muhamad)… no han sido receptivos en mi pedido de ayuda para evitar la escasez energética, de agua y de gas” que se avecina en Bogotá, se quejó en una entrevista reciente.
En ella, también le pidió a la pareja no entrometerse en las competencias del Distrito Capital.
El galán del Liévano siempre se queja, porque sí o porque no.
Pero jamás se refiere a su inercia, a su apatía, a su pasividad en lo que le corresponde hacer.
Él calla, porque, además de creer que es en verdad Apolo redivivo, su manera de ser es el desgano, la pereza, la flojedad, la inacción, la boludez.
Y, ante una ciudad de más de 10 millones de habitantes, llena de necesidades, urgida de todas las soluciones, la necesidad es grande de alguien que se preocupe por ella y por sus habitantes.
Y como no hay alcalde, funcionarios como Petro (y Muhamad), que sienten la ciudad, que les duele de verdad, y que se consideran obligados a apoyarla.
¿Dónde está lo cuestionable en que el presidente o un ministro, preocupados porque no hay alcalde, busquen solucionar problemas que afectan no solo a la ciudad sino al país entero?
¿Por qué no está bien que, mientras duerme el encargado de dirigir la ciudad, Petro o Muhamad o quien sea que esté despierto, aporte a las soluciones de la ciudad más grande del país?
Si el precioso niño no quieren que los demás hagan lo que él debe hacer, porque lo eligieron precisamente para eso, le va a tocar despertar y trabajar.
Para él, lo difícil es lo segundo. Nunca lo ha hecho.
Nació en lecho de rosas, sin las necesidades de los demás bogotanos, ha dedicado su vida a, entre otras cosas, vivir del Estado, que es como no trabajar.
Y a eso se acostumbró, lamentablemente.
A eso, y a quejarse de que lo miran y le hacen el feo. ¡Buaaaa!
Pobre niño.