Por Dr. Polito
El Presidente Gustavo Petro debe obedecer a los desgañitados gritos de la poca, pero selecta, gente de bien: irse ya del Gobierno.
Luego de año y medio de su administración ha demostrado que no es capaz de hacer llover para apagar los incendios forestales.
No ha sabido siquiera imitar a sus antecesores, al menos a algunos de los más recientes, que se dedicaron a mantener húmeda a Colombia… en sangre, pero humedad hubo bastante.
Durante sus gobiernos llovió plomo hasta el escándalo, y Petro ni siquiera logra que caigan unas gotas de rocío en las mañanas sabaneras.
No puede ser que mientras los dueños del país tosen por el humo de los incendiados cerros donde construyen viviendas ilegales, el señor Petro ande entre los negros del Pacífico, como si esa región tan pobre fuera la verdadera Colombia.
¡Por Dios!, ¿cuándo se les había dado tanta importancia a los negros y a los indios? Sin duda, solo por esto Petro debe irse…
Los cerros bogotanos arden por la incapacidad absoluta de Petro para instalar una carpa y vivir allí, a fin de ejercer control y prevenir fuegos devastadores.
Los dueños de todo podrían dotarlo con un balde y una pala, y un pito para pedir ayuda, si hay asaltantes por el sector.
Que ardan los páramos es secundario. Quedan por allá, lejos, y solo sirven para que enormes territorios estén poblados de horrible frailejón.
Algún día, la propia naturaleza se encargará de apagar esos fuegos lejanos que, quienes los mandaron iniciar, no pensaron en que se extenderían tan rápido.
Si Petro pudiera hacer llover, sería más fácil controlar esos incendios. Claro, después de apagar los incendios de Bogotá, que también se les salieron de control a quienes los iniciaron.
En vez de intentar que llueva, Petro anda preocupado porque su Ilustrísima Excelencia Margarita Leonor Cabello Blanco I, Procuradora General, castigó a Álvaro Leyva Durán.
También, porque su Alteza Serenísima Zar de todos los Zares Francisco Roberto Barbosa Delgado, Fiscal General por derecho divino, en buen momento allanó la sede de la siniestra Fecode.
Y porque la integérrima y honorabilísima Corte Suprema de Justicia no le hace caso a sus caprichos de elegir para la Fiscalía a una de las tres mujeres que él quiere.
Desde luego, a Petro hay que reconocerle esa pispicia que lo llevó a exclamar que no le permiten gobernar.
Pero acertó, únicamente por suerte de desesperado, no porque el cerebro le permita unir un hecho con otro y llegar a esa conclusión tan obvia.
Por eso, porque la decisión es no dejarlo gobernar, lo mejor que Petro puede hacer es irse ya.