Fiel a su vieja tradición conservadora, la jerarquía de la iglesia Católica dijo que se opone a la consulta popular propuesta por el presidente Gustavo Petro, porque considera que “nos empuja al abismo del autoritarismo”.
Así se expresó el cardenal Luis José Aparicio Rueda, máximo representante de los jerarcas católicos, en entrevista con el periodista Yamid Amat, que publicó este domingo el diario El Tiempo.
La declaración del prelado confirma la tendencia de la jerarquía católica de lajearse cada dfía más de los intereses pòpulares.
El cardenal considera que la reforma laboral “es necesaria y urgente en Colombia”, pero señaló que no es prudente consultar la opinión del pueblo porque “la proximidad de las elecciones y la realización de la consulta popular le puede robar seriedad y visión de país tanto a la consulta como a las elecciones”.
Aparicio reconoce que la consulta popular es un mecanismo de participación válido, creado en la Constitución Nacional, pero dice que la que propuso Petro expone al país a “una mezcla poco sana” si se realiza en ambiente preelectoral.
Aparicio se opone a la consulta porque “si nos lo proponemos con libertad frente a intereses personales o grupales, seguramente lograremos el bien posible para la mayoría”.
El religioso se refirió a la manera como se desarrolla la actividad política, y pidió “mucha valentía para mantener el ejercicio de la actividad política y de gobierno dentro de los límites de la nobleza y la decencia”.
“Algo tan serio como el destino de un país requiere un lenguaje sensato y reflexivo”, señaló el prelado. “La confrontación agresiva e imprudente de los líderes deteriora las relaciones de los ciudadanos y genera incapacidad de argumentación razonable y serena”
A una pregunta sobre cuál considera la iglesia Católica que es el principal problema del país, Aparicio respondió que la polarización, “porque es una bestia salvaje disfrazada de ideas y argumentos que engendra odios, nos llena de desconfianza recíproca e impide el diálogo y la valoración del aporte a la construcción de la unidad desde la diversidad”.
“La polarización es un fantasma que nos hace ver al que piensa distinto como el enemigo al que debemos destruir o eliminar y así, sintiéndonos Abel, actuamos como Caín2, explicó el cardenal. “La polarización es un virus que se propaga silenciosamente y nos impide entablar relaciones humanas limpias de vanidad y venganza, es tan letal que logra contaminar la vida de la familia y desde allí a todo el cuerpo social”.