Sustituir cultivos como la coca o la marihuana no es fácil.
En muchos casos, pesa en la economía familiar campesina lo suficiente como para que la insistencia en cultivarla se mantenga, a pesar de los riesgos que acarrea hacerlo.
Pero, cuando los jóvenes de la familia se echan al hombro la responsabilidad de lo que venga por entrar en la legalidad, la situación mejora en todo sentido.
Lo atestigua, por ejemplo, Nicolás Urbano, un boyacense de Pauna que apoyó a sus padres cuando pensaron en darle un rumbo legal y no violento a sus cultivos.
Dejar la coca, que les generaba ingresos para pasar la vida sin tantos afanes, era un paso difícil de dar, en especial sin tener claridad de qué hacer. Pero se cambiaron.
Se inclinaron por el cacao, y en pocos años comprobaron que no se habían equivocado: su cacao fue calificado como el mejor de Colombia.
Con ese estímulo, vino la lógica lluvia de ideas sobre qué hacer a partir de entonces: habían hallado un camino que no buscaron, pero que, ahora, no descartarían: cultivar cacao, agregarle valor y vivir de ello, sin caer en la ilegalidad y lejos de la violencia acostumbrada.
Pauna es parte de la zona esmeraldífera de Boyacá, donde enormes fortunas se han construido sobre miles de vidas de hombres y mujeres pobres.
Entonces, los Urbano le dieron vida a Kakaoteros, la empresa de la familia, que, además de cultivar el cacao y cosecharlo, lo transforma y le agrega valor, al tiempo que sirven de ejemplo a otros campesinos de Pauna, Chivor, Borbur, Otanche…
CEO de Kakaoteros, Nicolás Urbano (ingeniero agroforestal) interpreta a los jóvenes colombianos y dice que los muchachos del campo no quieren ni violencia ni ilegalidad, y a cambio están dispuestos a emprender, a convertirse en motores de la economía rural, a recibir educación de calidad y oportunidades para construir un futuro adecuado para sus gentes.
El gran desafío inicial fue hallar los apoyos apropiados, oportunos, para consolidar un emprendimiento que tuvo varias etapas. Y los encontraron en las políticas del Estado.
«Ha sido una experiencia increíble. Hacer el emprendimiento te permite rodearte de personas que te impulsan a crecer de una forma sostenible, que impacte socialmente, que visibilice lo bueno de una provincia, y es un camino que te lleva para toda la vida», les dijo Urbano a estudiantes de Gobierno de la Universidad de Los Andes, donde, acompañado de su padre, Juan, expuso la experiencia de su familia.
Según el padre, “cuando nos preguntan cuál es el resultado de este proceso, digo que son las nuevas generaciones, porque nos salimos de la violencia y la ilegalidad».
Sus hijos y los demás jóvenes de la zona constituyen «una nueva generación que pudo ir a la universidad, y eso va a cambiar la historia del territorio».
Para él, la posición geográfica del país permite generar mucho desarrollo agropecuario, y los jóvenes lo entienden, pero esperan el apoyo necesario para modernizar el campo.
«El joven no se va a quedar echando azadón; eso es imposible porque ahí sí se va a quedar en la pobreza. El joven quiere ver cómo esa tecnología que hoy existe llega a nuestro sector agropecuario», puntualiza el padre.