
Ni Nicolás Maduro Moros ni Edmundo González Urrutia. Mucho menos María Corina Machado Parisca…
El real dueño del poder en Venezuela, el alma radical y guardián del chavismo puro y duro es el general Vladimir Padrino López, ministro del Poder Popular para la Defensa.
“Es más chavista que yo”, dicen que dijo Chávez cuando intentaron derrocarlo y, sin el poder de ahora, Padrino lo mantuvo en el Gobierno.
Es Padrino quien sostiene a Maduro en la presidencia, y a los hermanos Rodríguez Gómez (Delcy Eloína y Jorge Jesús), como vicepresidenta ejecutiva y ministra de Petróleo, y como presidente de la Asamblea Nacional, respectivamente.
Es Padrino quien atemoriza al bravucón y lenguaraz ministro del Interior, Diosdado Cabello Rondón.
Y es Padrino el real interlocutor del presidente de Rusia Vladimir Putin. No es Maduro.
La historia de Chávez con Padrino comienza durante la conspiración para derrocar a Carlos Andrés Pérez.
El 4 de febrero de 1992, Padrino era uno de los poquísimos en quien Chávez confiaba de verdad. Como comandante del Batallón Bolívar de Caracas, durante la intentona esperó en la retaguardia las órdenes para rematar con tanques el ataque contra el Palacio de Miraflores, en Caracas.
La orden nunca llegó: Chávez se rindió, y fue a juicio. Padrino también fue arrestado, pero quedó libre, siguió con su carrera militar y se convirtió en uno de los generales ascendido por la Revolución.
Padrino siempre estuvo pendiente de Chávez. Ambos compartían un profundo amor por la historia de Simón Bolívar y la inconformidad por la grave crisis venezolana en todos los órdenes.
En 2002, cuando Chávez fue apresado y llevado a la base militar de Isla Orchila, Padrino se rehusó a levantarse contra el presidente. Su actitud fue clave para que Chávez regresara después de 48 horas y nunca olvidara.
El 5 de julio de 2012, ocho meses antes de morir, Chávez lo nombró segundo comandante del Ejército y jefe del Estado Mayor. En su alocución, Padrino tranquilizó al presidente: “Se hacen presentes en la avenida Monumental de Los Próceres 10.890 patriotas, bolivarianos, socialistas, antiimperialistas, revolucionarios, adiestrados y equipados para asumir el sagrado deber de la defensa de la nación; su legado será continuado”, dijo Padrino.
Muerto Chávez, Padrino vigiló que el proceso de adoctrinamiento ideológico que comenzó con la Revolución Bolivariana en los cuarteles continuara. “Nunca más estaremos al servicio de la apátrida burguesía y sus amigos imperialistas”, dijeron él y otros altos militares cuando el títere Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional (AN) y quien se autoproclamó y juramentó como presidente de Venezuela, quiso convencerlos de cambiar de bando.
Guaidó insistió, y fuentes militares dijeron que, entonces, la deserción en las fuerzas armadas y cuerpos policiales venezolanos rondaba 60 %.
Hoy se comprueba que Guaidó fracasó y que nunca hubo tales niveles de deserción en una fuerza armada de más de 150 000 personas en filas y decenas de miles de voluntarios de las Milicias Bolivarianas.
En respuesta, respaldado por los más altos mandos militares, Maduro habló en la televisión.
“No aceptamos a un presidente impuesto a la sombra de oscuros intereses ni autoproclamado al margen de la ley, solo reconocemos al presidente constitucional, Nicolás Maduro”, aseguró. “Sectores de ultraderecha auspiciados descaradamente por agentes imperiales fraguan desde hace tiempo un vulgar golpe de Estado contra el gobierno legítimamente constituido de Venezuela”.
En la actual coyuntura, de dos Venezuelas, una de izquierda, socialista y revolucionaria, y otra, manejada por Estados Unidos y la ultraderecha latinoamericana, la clave del desenlace es Padrino, el padrino de Maduro y del chavismo.
Su lealtad parece incuestionable. Por eso Maduro, consciente de su falta de habilidad política y administrativa, y preocupado por su frágil relación con Diosdado Cabello, número dos del chavismo y con fuerte respaldo militar, acató la recomendación del moribundo Chávez y en 2014 designó a Padrino ministro del Poder Popular para la Defensa.
Luego lo convirtió en administrador de la Misión Abastecimiento Soberano y Seguro, para producir y disribuir alimentos, el sector más importante en la Venezuela hace pocos años, presa de la escasez y el desabastecimiento, y al frente de la industria farmacéutica e industrial, y le ordenó a todo el gabinete que se subordinara a él.
Hoy, Padrino no es una especie de superministro, sino el foco del poder, el hombre clave en Venezuela.
Maduro respira hoy tranquilo. AL fin y al cabo las decisiones son de Padrino, y él, como ahijado predilecto, solo las ejecuta.
Que adopte actitudes de bajo nivel, no significa otra cosa que su manera personal de comportarse como el poder dentro del poder.
A Venezuela la gobernará quien diga Padrino. Al menos por ahora.